Isoxazolinas y leishmaniosis: lo que necesitas saber tras el WAAVP 2025

El pasado mes de agosto se celebró en Curitiba, Brasil, la 30ª edición de la Conferencia de la Asociación Mundial de Parasitología Veterinaria (WAAVP). Fue una ocasión única para escuchar a algunos de los mayores expertos en leishmaniosis, que compartieron las últimas novedades y los temas más candentes del momento.
Una de las charlas más relevantes para la práctica clínica en zonas endémicas fue la del profesor Frédéric Beugnet, que analizó el papel de las isoxazolinas frente a diferentes enfermedades transmitidas por vectores. Entre ellas, se debatió su posible papel en la leishmaniosis canina. En este artículo te contamos, todos los matices.
¿Qué son las isoxazolinas y cómo funcionan?
Las isoxazolinas (fluralaner, afoxolaner, lotilaner y sarolaner) son la familia más reciente de parasiticidas en llegar al mercado veterinario, y desde entonces su éxito ha sido rotundo gracias a su eficacia frente a pulgas, garrapatas, insectos y ácaros.
Su mecanismo de acción consiste en bloquear los canales de GABA en las células nerviosas de los artrópodos, lo que provoca la muerte del parásito. Tras su aplicación tópica u oral, se fijan a proteínas plasmáticas y actúan cuando los artrópodos se alimentan del animal.
Eso sí: su efecto es puramente parasiticida. Es decir, eliminan al parásito después de la picadura, pero no lo repelen.
En el caso de la leishmaniosis, esto es clave: los flebótomos hembra, principales vectores de Leishmania infantum, mueren entre 48 y 72 horas después de alimentarse de un perro tratado con isoxazolinas.
¿Previenen la infección en el perro?
Aquí está el punto central: no.
Cuando un flebótomo infectado pica a un perro, la transmisión del parásito ocurre de forma casi inmediata (en menos de 5 minutos). Esto significa que las isoxazolinas no pueden impedir que el perro se infecte.
Sin embargo, sí tienen un efecto interesante desde otra perspectiva: cuando un flebótomo se alimenta de un perro ya infectado y tratado con isoxazolinas, muere antes de que Leishmania logre completar su ciclo dentro del vector. En otras palabras, no evitan la infección en el perro, pero reducen la población de flebótomos y con ello las dinámicas de transmisión de la enfermedad.
Un valor añadido para la salud pública
En clínica, los repelentes continúan siendo la primera línea de defensa frente a la leishmaniosis. Sin embargo, el papel de las isoxazolinas adquiere relevancia en el ámbito de la salud pública: al reducir la población de flebótomos infectivos, ayudan a disminuir la circulación del parásito en zonas endémicas.
Esto convierte a las isoxazolinas en una herramienta de apoyo valiosa dentro de los programas de control integrado de la leishmaniosis, no como sustituto de las medidas preventivas clásicas, sino como un complemento estratégico que puede marcar la diferencia en áreas de alta incidencia.
👉 En resumen: las isoxazolinas no protegen individualmente al perro frente a la infección por Leishmania, pero sí pueden ayudar a frenar la transmisión del parásito en la población canina y, por tanto, jugar un papel clave en salud pública.